martes, 8 de febrero de 2011

Gracias a Dios, yo llevo bien lo de renunciar.

En literaratura el único límite que existe es el que el escritor se pone a sí mismo. Benditos sean esos límites. Yo hace tanto que no pienso en los míos propios que ya ni me acuerdo de cuáles eran.

El otro día estaba hablando con Daniel Romero, que es mi ayudante en este corto, cuando de pronto me preguntó por el blog. Bueno Polo, me dijo, qué pasa con el blog, que me meto todos los días y no cuelgas na´. Yo que sé tío, le respondí, si es que no tengo nada que contar. Pero qué más quieres contar, si se te han caido dos actores. Y es verdad. La semana pasada fue un poco dura, a tres semanas de rodar aún me faltaban dos actores para el casting. Creo que hoy estoy más tranquilo. Siempre hay luz al final del tunel aunque la situación del casting sigue un poco temblorosa. Sólo puedo asegurar la presencia de Belén Megías, una gran actriz con la que ya trabajé en La culona. Belén y yo estamos deseosos de ponernos a ensayar. Estoy seguro de que pronto podremos atar el casting y encerrarnos a trabajar con el padre y Víctor, que es nuestro niño actor, protagonista en esta historia. He pensado que no voy a hablarle a Victor de su personaje. Víctor no necesita meterse en la piel de nadie. Víctor va a hacer de él mismo. Víctor tiene cinco años y cree en los Reyes Magos. Estoy seguro de que el truco consiste en relajarse, empaparse de naturalidad y tomárselo todo como un juego. Un juego es lo que era el cine para nosotros cuando éramos pequeños. Ojalá pudiéramos recuperar esa inocencia.




El sábado pasado visité la localización con Francisco Morales, director de fotografía de Son los padres y casi un hermano mayor para mí. Paco tiene una fantástica habilidad, saca a flote lo que no tengo claro. Y es que a veces tiendo a ocultarlo. Tiendo a no querer enfrentarme a secuencias que no sé exactamente cómo contar. Paco me pone la mierda delante de mis narices y me obliga a enfrentarme a mis dudas. De ese conflicto entre él y yo es probablemente de donde salen las mejores ideas. Por cierto, hay una realidad impepinable. Cuando no hay pasta y nos agarramos a la localización que nos podemos permitir siempre hay una norma: No hacemos el corto como queremos, lo hacemos en función de la localización. Adaptar tu planificación a un lugar que no teníamos exactamente en mente es complejo. Gracias a Dios, yo llevo bien lo de renunciar. Ya he renunciado unas cuantas veces. La primera cuando la Comunidad de Madrid me comunicó que mi corto era demasiado fuerte para ellos. Sabía que si iba a contar esta historia tendría que hacerlo entonces con mucho menos dinero. Bueno. Planos fuera, potentes ideas visuales al cajón, etc... La segunda cuando me di cuenta de que sólo podía contar esta historia en dos días. Más planos fuera, más ideas visuales potentes al cajón. Y la tercera el sábado, cuando visité el chalet con Paco. Él y yo nos entendemos y vamos hacia la misma dirección. Lo hacemos con menos, sí, pero por cojones tenemos que hacerlo mejor. Y como yo y Paco, tantos y tantos. Algunos de ellos ya son expertos y gracias a Dios también, forman parte del equipo de Son los padres.

No hay comentarios:

Publicar un comentario